La carencia de orientación vocacional 3
Continuando con esta serie, narraré los acontecimientos posteriores a mi egreso del bachillerato, cuya etapa fue, de alguna manera, un poco menos conflictiva que años anteriores.
Como era de esperarse, el bachillerato no lo concluí en los mejores términos como en la secundaria, con la diferencia de haber sido dos materias reprobadas en lugar de cuatro, para variar una de ellas fue matemáticas (cálculo integral para ser más exactos), obtuve mi certificado dos meses después de hacer los exámenes extraordinarios y volví a quedar en el limbo, sin saber del todo qué hacer con mi vida, nuevamente carecí de una orientación vocacional para fortalecer mis aptitudes en donde soy más hábil, ahí en el CBTIS no existía un área de orientación por lo menos de adorno como en la secundaria, solamente acudieron a la escuela un par de personas a repartir guías cuyo contenido eran las licenciaturas de las universidades más importantes del país y promocionar un lugar donde imparten cursos de preparación para el examen de ingreso. Me di cuenta por completo que las matemáticas no eran lo mío, aunque tenía la habilidad de ensamblar componentes electrónicos en la teoría he sido bastante malo, hasta la fecha no sé cómo utilizar una "regla de tres" ni despejar fórmulas; sin embargo, siempre fue mi "mero mole", como se dice coloquialmente en México, crear historias, la música, la actuación, hasta habilidades para la docencia tengo por más increíble que parezca, pasando gran parte de mi tiempo libre escribiendo letras e historias ficticias con diversas temáticas, cantando como podía mis canciones de rock favoritas hasta llegar a la cuasi total afonía, soñar con aprender a tocar un instrumento musical como la guitarra o el piano, realizar voces ajenas a la mía, leer en voz alta los subtítulos de algún anime o interpretar los diálogos de cada teleserie o película que veía; al mismo tiempo, otro antecedente similar se remonta a mi infancia cuando pasaba los fines de semana o vacaciones en casa de mi papá, él llegó a comprarme de esos audio casetes vírgenes para grabar con ellos cualquier cosa, haciendo de un improvisado locutor de radio presentando canciones o diciendo cosas sin sentido, solamente me faltó tener en mis manos una cámara de video para filmar alguna ocurrencia de esas cuando eres niño; asimismo, mostré de alguna manera (de juego si ustedes quieren) mis dotes como profesor con mi papá, me compró un pizarrón pequeño, cajas de gises, un borrador y un par de cuadernos para jugar con él al profesor y al alumno. Todo lo anterior fue realizado a espaldas de quienes me conocen por mi timidez (o hasta pánico escénico) y miedo al multicitado "qué dirán", el mal de todos los males para cumplir una meta en la vida o hacer un sueño realidad.
Tratando de encontrar un camino "normal" en la vida ingresé a una nueva escuela técnica para aprender mantenimiento y reparación de computadoras, escuela anunciada por distintos medios de comunicación y pagada por mi madre con mucho esfuerzo, donde por retrasarse un día en el pago la directora del plantel te mandaba llamar para exigirte el dinero con todo e intereses moratorios. El ambiente ahí era agradable, dejando de lado la arrogancia de la directora los profesores eran buenas personas, tuve compañeros tranquilos, e incluso me hice de un gran amigo con quien comparto el gusto por la música de Héroes del Silencio, la banda de rock que más ha influenciado en mi vida; no obstante, por cuestiones del destino tuve digamos, mitad desgracia y mitad fortuna, de haber conocido a otro sujeto denominado por un tiempo mi "amigo", quien por ciertas desavenencias entre ambos nos dejamos de hablar, fue un pilar fundamental en mi decisión de ingresar a la universidad. A esta persona la llamaré "E" para futuras referencias.
Cuando faltaban meses para llegar a su fin el curso de computación un par de compañeros (un chico y una chica) estaban pensando en qué hacer con sus vidas, uno de ellos tenía pensado hacer el examen de admisión a la UNAM para Odontología; en cambio, mi otra compañera, tenía la intención de ser profesora de Educación Física, ya habían investigado los requisitos para el ingreso y las fechas de sus respectivos exámenes; por el lado de "E", quien concluyó su último semestre de bachillerato debiendo dos materias, decidió hacer el examen de admisión a la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) para la carrera de Ingeniería en Electrónica, habló con sus padres al respecto (estando yo como testigo) solicitando su apoyo, aunque la madre se encontraba algo renuente en brindarle el apoyo a su hijo por conocer lo flojo y despreocupado que era, no pudo oponerse ya que el padre decidió darle la mano con lo necesario para ingresar a la universidad.
Haciendo un breve paréntesis y concluir mi experiencia en la escuela de computación se preguntarán, ¿El nivel educativo era bueno en dicha institución? Voy a considerarlo bueno, no era como lo pintaban en la televisión u otros medios de comunicación, aprendí cosas básicas como ensamblar computadoras de escritorio, instalar software, manejar aplicaciones como la paquetería Office o edición tanto de video como audio e imágenes, además de conocimientos de inglés básico; en contraste, fue muchísimo dinero gastado en dos años, cobraban demasiado para la época (100 dólares mensuales en el 2006-2007, no muy accesible a mi parecer), eso sin contar la compra mensual obligatoria de los manuales para las materias a cursar en cada módulo que por cierto, la mayoría de ellos tenían un contenido descaradamente copiado de la entonces naciente Wikipedia y las primeras páginas web encontradas por los "autores" en los resultados de Google, de lo contrario si decidías no comprarlos los profesores amenazaban con no dejarte entrar a la clase; a su vez, eran unos verdaderos burócratas para entregar la documentación, a pesar de haberme entregado en un mes tanto el certificado como el diploma de la propia escuela, me tardaron más de dos años (sí, leyeron bien) en entregarme el diploma avalado por la Secretaría de Educación Pública (SEP), ellos eran muy puntuales para cobrar las colegiaturas, hacernos comprar los manuales, solicitarnos como requisito realizar prácticas profesionales para la entrega de documentos (esto último será un tema para otro blog), y para cerrar con broche de oro, como "proyecto final" casi nos exigían a los futuros egresados ensamblar una CPU y "donarla" a la escuela (más dinero claro está), pero me rehusé y me dieron como alternativa realizar una especie de "examen profesional" en la computadora, venían preguntas de todo el plan de estudios del curso (incluyendo inglés), en tres días respondí todo correctamente y me salí con la mía de no "donar" ninguna computadora. En conclusión, esa escuela era un mero negocio para sus dueños, los directivos y profesores seguían órdenes de arriba para exprimir al alumnado hasta el último centavo posible importándoles poco la calidad educativa; por lo tanto, no hubiese recomendado en su momento esa escuela, y lo digo en pasado porque hoy en día ya no existe.
Regresando con "E", para mi gran sorpresa, realizó el examen de admisión a la UAM de una manera bastante despreocupada, únicamente repasó de reojo la guía de estudios vendida por la universidad y con eso aprobó al primer intento, fue algo que mi cabeza no ha logrado asimilar hasta el día de hoy al tratarse de un sujeto bastante flojo y algo irresponsable. Una vez teniendo los resultados del examen en sus manos, me pidió acompañarlo a su escuela donde estudió el bachillerato para, como se dice vulgarmente, hacerles "la chillona" a los profesores con quienes reprobó con el pretexto de haberse quedado en la universidad para así expedirle pronto el certificado, entramos al edificio donde se ubican los cubículos de los profesores, primero habló con uno mostrándole el comprobante de acreditación del examen, le rogó hasta que el profesor accedió aprobarlo con la calificación mínima, luego pasamos con el otro profesor aplicando la misma fórmula y de esta manera consiguió salirse con la suya para poderse inscribir en la universidad.
Cuando fue el día de la inscripción de "E" me pidió solicitó acompañarlo ahora para conocer las instalaciones de la universidad e intentar convencerme de hacer el examen (o para restregármelo en la cara, quién sabe), así que ni soso ni perezoso fui con él. Había escuchado antes de la UAM por la estación del metro ubicada en el barrio de Iztapalapa, pero no tenía idea sobre la existencia de varios campus (o unidades, como se les conoce en dicha comunidad universitaria), lo anterior porque no me había tomado la molestia de investigar sobre esta y las demás universidades en la ciudad junto con su respectiva oferta educativa. Sinceramente, mi expresión al entrar a la UAM Azcapotzalco era de un niño entrando a un parque de diversiones, todo era muy diferente a lo imaginado previamente, tenía en mi ser algo difícil de explicar, se respiraba un ambiente de tranquilidad entre sus jardines y sus pasillos, fue una sensación bastante nostálgica, igual y pudo ser la temporada (estábamos a finales de mayo si mal no recuerdo) porque durante los meses de junio a agosto, por alguna extraña razón, siempre me lleno de sentimientos mezclados de nostalgia con melancolía, y con eso fue suficiente para decidir estudiar una licenciatura en esa universidad, hasta ahí todo bien, pero faltaba el detalle más importante: ¿Qué licenciatura iba a estudiar?
Ya estando en casa, en presencia de "E", le comenté a mi madre sobre mi decisión de estudiar la universidad, ella aceptó sin problemas con algo de indiferencia, prácticamente fue como si me dijera "haz lo que quieras, lo importante es estudiar", desconocía por completo mis aptitudes (y las sigue desconociendo hasta el día de hoy) para tratar de ayudarme a elegir una carrera adecuada a mi perfil; así que, de una manera bastante improvisada, revisé las licenciaturas impartidas en la UAM Azcapotzalco (mas no sus programas de estudio), descartando por default todas las del área de Ciencias Básicas e Ingeniería (CBI) al tener un pésimo desempeño en las matemáticas, ignorando por completo aquellas licenciaturas del área de Ciencias y Artes para el Diseño (CyAD), concentrándome más en las de Ciencias Sociales y Humanidades (CSH) que son mi fuerte (además de creer ingenuamente que lograría acomodarme ahí más fácil cuando no estudias para el examen de admisión), observando para mi fortuna dos cosas; número uno, las cuatro licenciaturas de CSH impartidas en esa universidad son únicamente en el turno matutino; y la segunda, la licenciatura en Derecho. Me pareció bastante interesante obtener conocimientos sobre las leyes que rigen en México, diciendo dentro de mí: "con esto jamás volverán a verte la cara de tonto, se te quitará lo ingenuo, la gente te respetará; es más, hasta el carácter se te fortalecerá" (irónicamente, mis pensamientos fueron ingenuos, porque ni el carácter se me fortaleció ni mucho menos la gente me respeta como si fuese un mafioso de los años cuarenta); pero dejando a un lado lo anterior, me serviría para desmentir la sarta de exagerados comentarios de mi madre cuando me amedrentaba de niño y adolescente, como el de ejercer acciones legales en mi contra por las rachas de rebeldía manifestadas en mí, además de las amenazas hechas a mi papá cuando por razones económicas depositaba solo una parte de la pensión alimenticia; así que, sin tomar en cuenta factores como la alta demanda de la licenciatura, si mi perfil era adecuado a pesar de pertenecer al área de CSH y a dónde me iba a meter cuando llegara a desempeñarme en la vida laboral, decidí estudiar Derecho contra todo pronóstico.
Antes de proseguir con este relato se preguntarán una cosa: ¿Por qué no tomé en cuenta otras universidades como la UNAM para estudiar la licenciatura? Bueno, las razones principales fueron las siguientes. La primera, en ese entonces tenía 20 años de edad, siendo demasiado alta la probabilidad de asignarme el turno vespertino; la segunda, yendo de la mano con lo anterior, mi promedio general del bachillerato era de 7.3, otro punto en mi contra para enviarme a tomar clases en la tarde, lo cual siempre me desagradó desde mi nefasto primer año de secundaria; la tercera, no menos importante y relacionado con el título de esta serie de blogs, mi falta de orientación vocacional fue la causante de haber tomado decisiones bastante precipitadas, añadiendo el miedo al "qué dirán" junto con la falta de apoyo y motivación de mi madre para explotar esas aptitudes para lo mencionado párrafos atrás.
Una vez tomada la decisión de aventurarme por el mundo de las leyes compré la guía de estudios correspondiente, la leí toda, contesté los ejercicios de práctica lo mejor posible, teniendo para mi mala suerte en el 40% de los ejercicios temas de álgebra, trigonometría y geometría analítica, donde peor me había ido en el bachillerato, respondiendo ese apartado al mero azar; además, realicé mi registro en línea para presentar el examen a la UAM, ingresando tanto mis datos como una fotografía de baja resolución hecha con una webcam de ese entonces. Cuando llegó el día del examen mi papá me acompañó a la universidad (quien previamente me brindó su apoyo pagando en el banco la cuota correspondiente), él se quedó esperándome afuera mientras yo entraba nuevamente a ese mundo del estudio, caminé por los pasillos completamente confiado en aprobar dicho instrumento de evaluación al primer intento tal como lo hizo "E", pensé de manera bastante soberbia "si ese irresponsable pudo ingresar a la universidad en el primer intento, yo con mayor razón debería ingresar", entré a mi salón correspondiente con todo y mi enorme ego, me senté en mi lugar asignado, el sinodal nos llamó por nuestro nombre para entregarnos la hoja de respuestas (en la que curiosamente venía mi fotografía de baja resolución impresa), luego entregó a cada uno de los aspirantes el cuadernillo de preguntas, nos dio indicaciones sobre cómo responder el examen, el tiempo para resolverlo entre otras cosas, y finalmente comenzamos.
¿Cuál fue mi sorpresa al abrir el cuadernillo de preguntas? Ya se imaginarán, fue enorme, no le veía ni pies ni cabeza, a mi parecer bastante difícil, ese exceso de confianza me disminuyó en cuestión de segundos, no tuve más opción que responder las preguntas de matemáticas al azar, no tenía ni idea sobre cómo responder a esas fórmulas aparentemente sencillas; por otra parte, los ejercicios de habilidad verbal fueron de dificultad media, todo gracias mi ínfimo vocabulario de ese tiempo, algo en teoría inapropiado para alguien con estudios de bachillerato; en cambio, si hablamos de los ejercicios de conocimientos específicos del área de CSH fueron los ejercicios más fáciles, como siempre me fascinó la historia todo eso lo respondí muy rápido, creyendo que con eso bastaría para obtener un lugar en la universidad. Cuando terminé el examen salí de inmediato a la calle, encontré a mi papá en la acera de enfrente, me preguntó cómo resultó todo, le respondí que más o menos debido a los ejercicios de matemáticas, con todo y eso estaba casi seguro de lograr mi objetivo así fuese con un mínimo de aciertos, sólo el tiempo lo diría.
A pesar de todo me sentía emocionado, mi duda más grande en esos instantes era "¿qué se sentirá estudiar la universidad?". Me moría de ansias por averiguarlo.
Dos meses después llegó el día para conocer los resultados vía internet, me levanté más temprano de lo acostumbrado para encender el cacharro de computadora que tenía, abrí el sitio web de la UAM, introduje el número de folio y fecha de nacimiento, se cargaron los datos y lamentablemente me topé con la siguiente leyenda: "Conforme a la información contenida en la base de datos, NO resultaste seleccionado en este segundo proceso de selección de 2008". Me sentí triste, decepcionado y con el orgullo por los suelos porque "E" pudo entrar con un solo examen, alguien mucho más irresponsable y despreocupado se encontraba pisando la universidad, alguien quien posiblemente desaprovecharía ese lugar que otros morirían por tener.
Me gustaría señalar una cosa para cerrar este blog y de alguna manera responder una posible inquietud... ¿Fue una lucha de egos lo que provocó el final de tu amistad con "E"? La respuesta es no. Fueron cuestiones completamente distintas a lo anterior, algo completamente fuera del tema principal en esta serie de blogs, pero eso lo narraré en un futuro no muy lejano.
Como había comentado en previos blogs, ojalá mis bloqueos mentales disminuyan y me permitan publicar cosas más seguido, así que les pido por favor me tengan paciencia.
Agradezco infinitamente a todos ustedes por tomarse el tiempo de leer cada una de mis aventuras y estar al pendiente de las nuevas publicaciones.
Saludos del poeta solitario en el tiempo
Rugal Bunbury
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