La importancia de acudir a un psicólogo

 ¿Cuántas veces nos han hecho creer que únicamente los "locos" van al psicólogo? ¿Por qué sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad? Un poco de ayuda profesional nunca nos caería mal para solucionar nuestros problemas emocionales, aun más por la crisis sanitaria que estamos atravesando. Esta es mi opinión acerca de la terapia psicológica, lo que he vivido desde mi perspectiva, el origen de mis problemas, cómo puse los pies en la tierra, los beneficios de recibir este tipo de ayuda, etcétera. 

En la víspera del Día de Muertos, hace un año, tomé la decisión de acudir a tomar terapia psicológica, me dieron una cita a las diez de la mañana, entré por un pasillo hasta llegar al cubículo de la psicóloga, ella cerró la puerta, tomé asiento y me preguntó por qué decidí solicitar ayuda. Le comenté lo siguiente:

"Soy hijo único, mis padres se separaron desde que tenía cuatro años de edad, mi madre siempre trabajó para sacarme adelante mientras mi abuelita materna me cuidaba, pero lamentablemente falleció cuando tenía seis años, posteriormente a ello pasé una infancia bastante solitaria, no había otros niños en la calle con quienes pudiera jugar, la única diversión eran mis juguetes y mis videojuegos, incluso llegué a inventarme amigos imaginarios con los muñecos de peluche que poseía. El ser un niño retraído afectó mucho mi manera de socializar, al ser mucho más ingenuo a diferencia de los demás conseguí que se aprovecharan de ese punto débil, no tuve la misma malicia de otros niños ni la capacidad de defenderme ante ellos, siempre me metían en problemas cuando visitaban mi casa y quien pagaba los platos rotos era yo, eso me generó una desconfianza enorme para hacer amigos, solamente uno entre tantos consiguió mi entera confianza, hacerse mi amigo y hasta la fecha lo seguimos siendo, casi como hermanos. Cuando ingresé a la secundaria mis problemas aumentaron más, fui objeto de bullying durante los tres años de escuela, nunca me defendí de los ataques por evitarme problemas con las autoridades del plantel educativo, además no quería hacer el ridículo si se hubiese suscitado una pelea a golpes debido a mis nulas capacidades para meter las manos, no tuve más remedio que pedir ayuda a mi madre, quien con su carácter fuerte solucionó mi situación de una forma no muy agradable pero efectiva con los compañeros que me molestaban, quedando finalmente como un llorón ante ellos. Todas estas situaciones más la relación de altos y bajos con mi madre me hizo de adulto alguien con miedos, desmotivado, inseguro, tímido y desconfiado con las personas; pero sobre todo, desorientado sobre cómo enfrentarme a la vida en la calle, porque a pesar del alto o bajo nivel académico que tenga, se debe luchar a contracorriente ante una inmensidad de obstáculos y personas dispuestas a obstruirnos el paso con tal de sobresalir. No me quejo por la vida que mi madre me dio, nunca me faltó un plato de comida, un techo donde vivir, ropa, incluso algún pequeño lujo y se lo agradezco infinitamente, mi única inconformidad es el haberme sobreprotegido y no dejarme ser yo mismo; por otro lado, entiendo perfectamente que no se nace sabiendo ser padre o madre, ella me crio con base en los estándares impuestos por su familia durante esa dura infancia y juventud vivida, pero su orgullo le impidió ver sus errores cometidos conmigo y aceptarlos, ella cree que estoy bien mentalmente pero realmente no lo estoy, por esta razón solicité la ayuda".

La psicóloga tomó nota de estos antecedentes e hizo una evaluación rápida para ver qué talleres iba a asignarme para iniciar mi proceso de recuperación mental, me comentó que debía tomar diez sesiones en grupo de algunos de los talleres impartidos por la institución que son: "ansiedad", "depresión", "dependencia emocional", "autoestima" y "perdón"; posteriormente, al concluir los talleres grupales, continuaría con sesiones de manera individual hasta lograr una mejoría. Luego de eso la psicóloga me dijo que los talleres iniciarían en enero de 2020 a las diez de la mañana, le respondí que ahí estaría puntual y así fue, nervioso pero dispuesto a mejorar, asistí a mi primera sesión de los talleres grupales de "dependencia emocional" y "autoestima".

Mi primer día en los talleres fue lleno de sorpresas, había más de diez personas en la sala (contándome a mi), la mayoría eran mujeres, únicamente éramos tres hombres, lo cual demuestra algo que comentó ese mismo día la psicóloga que nos brindó la atención, citando una de las preguntas del primer párrafo: ¿Por qué tomar terapia psicológica sigue siendo un tabú para la sociedad? La respuesta a ello es mayormente por vergüenza, consecuencia de esas ideas tan machistas que siguen arraigadas en la cultura (o mejor dicho, "descultura") de mi país, haciéndonos creer a nosotros como hombres que no podemos expresar nuestros sentimientos, no debemos llorar, no debemos quejarnos, simplemente dedicarnos a trabajar y a ser "fuertes", porque según esto llorar es sinónimo de debilidad, de ser un "marica", cuando realmente no es así, todo lo anterior simplemente demuestra que somos seres vivos con sentimientos importando poco si somos hombres o mujeres, todos los humanos tenemos el derecho a reír, llorar, gritar, enojarnos y todo lo que conlleva las emociones, por eso habemos mucha gente frustrada por las calles, con sentimientos reprimidos, que con cualquier situación incluso la más mínima explotamos, muchas veces haciéndolo con alguien que ni la debe ni la teme, generando situaciones de violencia verbal o física en la vía pública con finales muchas veces no muy agradables. 

¿Y con las mujeres qué pasa? También se trata de un caso de machismo arraigado, porque a ellas siempre se las ha considerado "el sexo débil", por esa razón pueden llorar, pero no pueden hacer las mismas cosas que los hombres según esta ideología retrógrada, pareciera que la única obligación de una mujer es sufrir; es más, hasta hoy en día en muchas empresas los hombres reciben un mayor salario que las mujeres así desempeñen las mismas funciones, cuando realmente hay ocasiones en que ellas nos superan en muchas cosas. Por lo anterior ellas tienen una mayor facilidad de acudir a terapia psicológica, de dar ese primer paso de pedir ayuda mucho antes que un hombre, tienen menos temor al "qué dirán", y de eso me di cuenta durante las mencionadas sesiones grupales.

De una manera resumida, compartiré un poco de lo aprendido en los talleres de psicología a los que he asistido, comenzando por el tema de la "dependencia emocional", problema que a mi parecer es el más notorio en mi persona. Esta dependencia es un apego cuasi exagerado mayormente hacia una persona (ya sea familiar, pareja o amistad) o incluso hacia un objeto (como puede ser la computadora o un teléfono celular), del cual se es difícil desprender, generando en nosotros inseguridad, incomodidad hacia la persona de la que dependemos, hasta crisis emocionales (como la ansiedad) en el peor de los casos. La psicóloga citó dos tipos de dependencia; la primera, le denominó "vertical", donde hay un proveedor (persona u objeto) de quien se depende; y la segunda, llamada "horizontal", en la que existe una interdependencia o dependencia mutua entre dos o más personas, siendo esta última la más equilibrada, porque nosotros como seres humanos no podemos ser completamente asociales, siempre vamos a necesitar de otros para desarrollarnos como sociedad, además se debe evitar una prioridad al mundo de esa otra persona, la proporción entre lo anterior y nuestro mundo propio debe ser el mismo, ya que traería como consecuencia una disminución en nuestra autoestima y asertividad; es decir, el no pensar u opinar por nosotros mismos.

La dependencia emocional nos genera, entre otras cosas, una incapacidad para resolver conflictos, depositar todas nuestras responsabilidades en una persona, ir en contra de nuestras ideas absteniéndonos a decir "no" cuando es necesario, centrar nuestra felicidad en dicha persona u objeto, entre otras cosas. Se requiere de mucho trabajo para desprenderse de algo como esto, principalmente hacerse responsable de lo propio, tener valor y capacidad para poner límites; pero sobre todo, aprender a decir "no", algo bastante difícil al estar acostumbrados a aceptar compromisos innecesarios para no hacer sentir mal a las personas cercanas a nosotros.  

Todo problema emocional va de la mano uno con otro, como es en el caso anterior, la dependencia emocional con el autoestima. ¿Y qué es el autoestima? Bueno, todos tenemos una idea vaga de lo que trata, pero no sabemos la manera de explicarlo, así que la definiré tal cual lo hizo mi psicóloga: "Es el afecto, aceptación y valor que nos damos a nosotros mismos sin tomar en cuenta algún estereotipo". Aquí es donde realmente me doy cuenta de la importancia tan grande que le damos muchas veces a los estereotipos, de nuestra susceptibilidad a las críticas, las cuestiones tanto morales como religiosas, la manera de criarnos con ciertas costumbres o tabúes, pero sobre todo la manera en la que nos violentamos a nosotros mismos, haciéndonos sentir incapaces de hacer las cosas o mentalizarnos en que no somos atractivos físicamente. Los seres humanos somos un cúmulo de emociones, debemos estar conscientes de lo que proyectamos ante el mundo porque eso mismo vamos a atraer; en pocas palabras, los únicos culpables de nuestro estado emocional somos nosotros mismos por el simple hecho de permitir que todo nos afecte.

Otra situación perjudicial a mi persona ha sido la ansiedad, un problema generado desde hace mucho tiempo pero sin saber con certeza de lo que se trataba, hasta que inicié los talleres grupales. De palabras de mi psicóloga, es un mecanismo de defensa que nos mantiene en un estado de alerta constante, genera preocupaciones y miedos excesivos, perdiendo la consciencia de lo que está ocurriendo y haciendo de un problema pequeño algo grande.

Algunos síntomas de una persona con ansiedad son: dolores en el pecho o la cabeza, falta de aire, tensión muscular, nauseas, insomnio, taquicardia, desesperación, irritabilidad entre otros. Analizando lo anterior, he padecido de dolores de cabeza, insomnio, desesperación e irritabilidad, hasta taquicardias ocasionales producto de una mente trabajando a mil por hora, siempre en alerta y a la defensiva; además, me preocupo demasiado por todo, hago más grandes los problemas que realmente son inverosímiles, me afectan de manera significativa los errores que cometo y deseo repararlos de la noche a la mañana.

¿Por qué me ocurrió esto? Tengo una idea de la respuesta a ello, aclarando que no estoy echando la culpa a nadie de mis problemas, solamente trataré de explicar el posible origen de mi ansiedad... El ambiente familiar donde me desarrollé fue la principal causante de haberme convertido en el adulto que soy ahora... Cuando obtenía alguna esporádica mala calificación en algún trabajo en clase de la primaria (sin tomar en cuenta tareas y exámenes) recibía un castigo corporal a mi parecer exagerado, a la escuela se va a aprender y es normal cometer ciertos errores, no se puede ser perfecto ni hábil en todas las materias al primer intento; sin embargo, mi madre siempre ha sido demasiado perfeccionista, una persona que a su parecer no comete errores y por lo tanto yo como hijo tampoco debo, pero es algo inevitable, por más aplicados o inteligentes que sean los niños o niñas en la escuela siempre habrá tropezones en el camino, por ello generé una presión casi excesiva para no fallar en ninguna actividad en clase, tarea o examen, me llenaba de nervios y mantenía un estado de alerta constante porque sabía cómo me iría al regresar mi madre de trabajar. Hubo además otras cuestiones que generaron en mi estados de ansiedad constantes, pero las mencionaré en un futuro blog. 

Estoy de acuerdo en aplicar correctivos a los hijos cuando existe una constante mala conducta en ellos; aunque por otra parte, en temas escolares es una cuestión más complicada, pienso que uno como padre de familia debe encontrar el origen del bajo rendimiento escolar de sus hijos, dejar de lado las altas expectativas en ellos, no hacerlos tan perfeccionistas, considerar en cuáles materias es hábil o no y apoyarlos mucho con las segundas, algunos son malos en materias como Historia, otros somos malos en Matemáticas y por más esfuerzos realizados no podremos obtener la mejor calificación del grupo, todos tenemos diferentes habilidades y es importante estimularlas para que en un futuro esas nuevas generaciones tengan una aspiración o meta en la vida para posteriormente convertirla en realidad. Aquí es donde entra de lleno la labor de los padres generando la felicidad de sus hijos permitiéndoles desarrollarse en lo que más les gusta y no sean en el futuro unos adultos neuróticos y disfuncionales. 

Lamentablemente, por la situación mundial vivida durante casi un año, se han interrumpido mis sesiones de terapia psicológica, sigo en espera de un nuevo aviso por parte de mi psicóloga para reanudar actividades. Lo que puedo comentar es que, durante el tiempo que asistí a los talleres, sentí una plena recuperación, pude manejar un poco mejor mis emociones (aunque todavía me falta trabajar en ello), recuperé algo de confianza en mí mismo, puse más en claro mis ideas sobre cómo arreglar mi vida, comencé a enfrentar a mi familia (sin agredirla) haciéndoles ver que diferimos mucho en nuestra manera de pensar, comencé a hablar un poco más, entre otras cosas. Por estas razones (y para sentirme menos solitario) seguiré compartiendo blogs sobre mi vida tocando una gran variedad de temas, tal vez encuentre buenos comentarios de mis lectores, mensajes de apoyo o algún consejo, todo será bien recibido.

Hasta aquí dejaré este blog, no sin antes mencionar que dejemos esos tabúes relacionados con la salud mental, dejemos de romantizar frases como: "a mi me hicieron tal o cual cosa y no estoy traumado", "yo también tuve traumas y nunca necesité un psicólogo", o el decirle a una persona con problemas similares o más serios que los míos "eres un dramático, gracias a ello no te convertiste en un delincuente", cada cabeza es un mundo y todos tenemos crisis emocionales, lo anterior no es la manera de ayudar a alguien, solo se demuestra quiénes con mayor razón necesitan de verdad ayuda profesional; así que no lo duden, vayan con un psicólogo cuando su mente ya no pueda más.

Saludos del poeta solitario en el tiempo

Rugal Bunbury




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