La carencia de orientación vocacional
Cuando eres adolescente únicamente piensas en divertirte, tener una relación, pasar el tiempo con los amigos, experimentar emociones nuevas, llevarle la contraria a nuestros padres, sentir que el mundo está en nuestras manos y poder hacer cualquier cosa; sin embargo, solamente unos pocos se ponen a pensar en su futuro como adultos, en la profesión que quisieran desempeñar o su vida a mediano o largo plazo una vez emancipados de sus padres, pero no saben qué camino tomar. ¿Por qué? Bueno, son por situaciones que comentaré a continuación, las cuales son narradas desde mi punto de vista personal.
Me remontaré a la etapa en que fui estudiante de secundaria, para ser más exactos cuando tenía 14 años, ya en posteriores blogs contaré a profundidad mi vida como estudiante en esos años, únicamente voy a centrarme en los últimos meses de tercer año. En esos días previos a concluir el ciclo escolar se presentó en el salón donde tomábamos la clase de Formación Cívica y Ética la "orientadora"; sí, entre comillas, era una mujer mal encarada, pedante, con falta de interés en su trabajo, sermoneaba a los alumnos de mala manera y hacía todo menos orientar, pero en esa ocasión quiso hacer el intento por cumplir con su trabajo, con resultados desfavorables.
La profesora de Formación Cívica y Ética (muy buena en su trabajo y como persona por cierto) nos informó que la "orientadora" nos impartiría clases un par de días para brindarnos información acerca de las instituciones públicas de educación superior (bachillerato o preparatoria) ubicadas en la ciudad. Para ser sincero, en ese momento me encontraba en gran parte desinteresado por estudiar el bachillerato una vez egresara de la secundaria, mi rendimiento académico era bastante malo, tenía problemas con mis compañeros de clase debido al bullying, no tenía amigos, lo único en mi mente eran los videojuegos, mi único refugio para escapar de la realidad, no quería saber de escuelas pensando en que volvería a repetir la misma historia de estar solo, sin embargo esperaba encontrar algo acorde a mi afición por aplastar honguitos (como Drake y Josh; o más bien, como Josh) y partir hocicos en un monitor.
¿Cuál fue el aporte de esta presunta orientadora a la clase? Realmente no mucha. Los dos o tres días que nos impartió clase comenzó a hablar acerca de las instituciones de bachillerato con mayor demanda en México: la Escuela Nacional Preparatoria (abreviada como "prepa"), el Colegio de Ciencias y Humanidades (conocida por sus siglas CCH), dependientes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y los Centros de Estudios Científicos y Tecnológicos (conocidos por sus siglas CECyT o por "Vocacionales") dependientes del Instituto Politécnico Nacional (IPN), su oferta académica, sus modelos educativos, la cantidad de aciertos necesarios en el examen de admisión para ingresar (más de 90 aciertos de 120 en esa época), etcétera; sin embargo, no generé algún tipo de interés por tomar en cuenta dichas instituciones para la enorme lista de opciones a elegir como algunos otros de mis compañeros, lo único que quería era ver a la "orientadora" salir por la puerta del salón y guardara su "plática informativa" para sí misma, en ningún momento invitó al grupo a expresar sus dudas o a visitarla a su oficina para entablar una conversación más personal y evaluar de alguna manera si estas escuelas eran las indicadas para nosotros acorde a nuestras aptitudes, pero a mis compañeros eso no les importó, parecía que ya tenían idea sobre qué institución elegir cuando otros como yo estábamos completamente en el limbo y mostrando cierto desinterés por continuar estudiando.
A la siguiente clase la amargada "orientadora" continuó hablando sobre el resto de las instituciones de educación media superior, fue el turno de las consideradas por muchos de "media y baja categoría": los Colegios de Bachilleres ("bachilleres" o "bacho" como se le conoce coloquialmente), Preparatorias Oficiales (ubicadas en este caso, el Estado de México), Centros de Estudios Tecnológicos Industrial y de Servicios (cuyas siglas son CETIS), Centros de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios (más conocido por sus siglas CBTIS) y los Colegios Nacionales de Educación Profesional Técnica (siendo las siglas de éstos CONALEP). Todas estas escuelas requieren una menor cantidad de aciertos en el examen de admisión a comparación de las instituciones del párrafo anterior.
Haciendo análisis un poco más detallado, todas las instituciones de bachillerato antes mencionadas se dividen de la manera siguiente: Por un lado, las Preparatorias de la UNAM, CCH, Bachilleres y Preparatorias Oficiales son descritas como "bachillerato general", prepara al alumnado en distintas áreas del conocimiento, además de proporcionarles cultura general una vez egresados para el ingreso a la universidad; mientras que, los CETIS, CBTIS y CONALEP (agregando los CECyT o Vocacionales) ofrecen la modalidad de "bachillerato tecnológico"; es decir, en su plan de estudios se encuentran, además de las asignaturas de corte general, otras de carácter tecnológico en distintas especialidades preparando al estudiante para el trabajo (algo similar a los talleres de la secundaria), brindando al concluir los estudios un título como técnico en nivel medio superior y cédula profesional que los acredita como tal. Como queja personal, si la "orientadora" nos hubiese brindado confianza para buscarla después de clases o su interés en capturar nuestra atención fuese mayor siento que tanto yo como algún otro compañero no habríamos estado tan perdidos sobre cómo elegir la mejor escuela acorde a nuestro perfil y no al azar solamente por no quedarnos sin estudiar.
Sinceramente seguía confundido sobré qué escuelas elegir, en ese momento lo único que pasaba por mi cabeza eran los videojuegos que ayudaban a mitigar mi mala situación tanto escolar como personal, generé una ligera crisis de ansiedad pensando en un hipotético bullying sufrido en esa futura escuela, no tenía con quién conversar sobre el asunto o alguien que me diera un consejo, al ser hijo único me tocaba enfrentar solo este tipo de situaciones, ni a mi madre le tenía la confianza para platicar debido a su carácter tan especial, a ella lo único que le importaba era verme estudiar importando poco la escuela a elegir; sin embargo, se enteró sobre el tema al haber citado a los padres de familia a una reunión para tratar el tema. El día de esa junta fue en el auditorio de la escuela, el lugar estaba repleto de padres e hijos, no recuerdo si había varios profesores, pero de quien sí recuerdo su desagradable presencia ahí fue la de la amargada "orientadora", comenzando por dedicar un par de palabras a los padres de familia, repartir a todos el famoso instructivo del proceso de selección al bachillerato junto con una pequeña guía de examen, explicar de forma muy somera el contenido del mencionado instructivo, rematando con la entrega de calificaciones, algo que me perturbó al tratarse de algo inesperado para mí en ese momento, así que ni sosa ni perezosa la "orientadora" fue nombrando uno por uno a los alumnos yendo los padres a recoger la boleta, cuando esa mujer mencionó mi nombre mi madre se acercó a recibir la boleta, miró mi enorme lista de materias reprobadas hasta ese momento, bajó la mirada y colocó su mano izquierda en la frente, luego se dirigió hasta donde nos encontrábamos sentados completamente furiosa tratando de disimular su expresión ante el resto de la gente.
Ese día tenía un miedo enorme a lo que me esperaba en casa, fue una de las juntas de padres de familia más eternas de mi vida; y para colocar la cereza en el pastel, la "orientadora" preguntó si había alguna duda con respecto al instructivo de ingreso al bachillerato o de las calificaciones, así que mi madre entró en acción preguntando lo siguiente: "Maestra, cuál es la mejor opción para mi hijo. ¿Realizar los exámenes extraordinarios? ¿O repetir el año?" Sentí una pérdida de aire al escuchar semejantes interrogativas, esperaba por lo menos una respuesta favorable a mi persona por parte de la "orientadora", pero esa amargada mujer le dio la razón a mi madre con estas palabras: "Hay casos en los que es recomendable realizar los exámenes extraordinarios; pero por el lado de su hijo, es más recomendable que repita el año". Lo anterior había dejado mi autoestima muy baja, de por sí durante mi época como estudiante de secundaria tenía una baja autoestima y muchas inseguridades, esto me hizo sentir bastante mal; por otra parte, el aconsejar a mi madre que repitiera el año sin conocer el trasfondo de mi bajo rendimiento escolar fue a mi parecer algo bastante canalla, más sin saber que mi progenitora desconoce el significado de las palabras "razón" y "diálogo". Eso me demostró una vez más que esa resentida mujer carecía de las facultades para orientar tanto a los alumnos como a los padres de familia y generalizando a toda la comunidad estudiantil colocándole etiquetas de "irresponsables", "ignorantes", "desinteresados" e "inmaduros".
Al llegar el momento de llenar la solicitud de inscripción al examen de ingreso al bachillerato lo hice junto con mi madre (que aun tenía esperanzas de verme ese ciclo escolar con la secundaria concluida a pesar del trago amargo vivido en la junta), una tía y un primo de mi edad, así que nos dirigimos a casa de ambos para revisar la lista de opciones a elegir. Realmente me encontraba poco entusiasmado y desorientado, pero estaba plenamente consciente que mis capacidades no eran las suficientes para aspirar a una institución de alta demanda, así que elegí instituciones de baja demanda sin tomar en cuenta cuáles eran las más apropiadas acorde a mis aptitudes, algunas eran cercanas a mi casa (que coloqué como primeras opciones), otras no tanto (las coloqué como últimas opciones para rellenar con la mayor cantidad posible); en cambio, mi primo eligió con una enorme seguridad para su lista instituciones de alta demanda.
Teniendo conocimiento pleno de reprobar tercer grado de secundaria, decidí continuar con el proceso de ingreso al bachillerato como si fuese un alumno regular. Mi madre me llevó a un CETIS ubicado a treinta minutos de mi secundaria aproximadamente, recuerdo que ese día varios padres de familia fueron por sus hijos a la escuela a eso de las diez de la mañana para trasladarle a la mencionada institución de bachillerato, tomamos el transporte público para llegar a nuestro destino, caminamos como dos o tres cuadras hasta dar con la escuela, al entrar nos guiaron hasta el sitio donde se recibían los documentos, nos dirigimos hacia ese lugar, registraron mis datos en su base (fue la primera vez que vi el uso de una computadora para este tipo de trámites), me tomaron una fotografía digital (cuya calidad era pésima en esa época), imprimieron mi comprobante de registro, me lo entregaron y de ahí regresé a casa mientras que mi madre regresó a su trabajo. Dicho comprobante contenía mi fotografía, la fecha y hora del examen, además de la lista de opciones académicas que había elegido, nada del otro mundo, pero fue una experiencia que en cierta forma me impresionó debido al uso de la tecnología (en ese entonces no había tocado una computadora como tal), me tocó vivir una etapa de transición entre lo tradicional y lo tecnológico, poco a poco lanzaban al mercado nuevos artilugios para facilitarnos la vida, dejando de lado la forma antigua para la realización de ciertas actividades.
Dos meses después, en el mismo recinto donde me registré, fue el examen de ingreso al bachillerato. No había estudiado absolutamente nada, sabía que al ser alumno irregular en la secundaria no entraría a ninguna institución de bachillerato así obtuviera correctas las 120 preguntas, también mi desinterés por seguir estudiando dominaba mi mente, únicamente fue un teatro para mantener contenta a mi madre, guardar apariencias ante familiares y conocidos para que nadie se enterara sobre mi bajo rendimiento escolar y conservar esa imagen de "hijo ejemplar". Al entrar al recinto revisaron mi comprobante de registro, me indicaron en qué salón realizaría el examen, caminé por la explanada de esa escuela, subí unas escaleras, entré al aula y para mi gran sorpresa me topé con varios de mis compañeros de clase sentados en sus respectivos asientos mirándome con una cara de "¿este tipo qué hace aquí si repetirá tercer año?", traté de mirarlos lo menos posible, ignorándolos como si no los conociera; mientras tanto, llegó la persona encargada de aplicarnos el examen, dio varias indicaciones, repartió los cuadernillos de preguntas, nos llamó de uno en uno para entregarnos la hoja de respuestas que contenía nuestro nombre y fotografía, esperamos unos minutos e iniciamos.
¿Cómo me fue en ese examen? Realmente mejor de lo esperado, pero esto será tema para otro blog. Creo que me extendí demasiado con este desviándome un poco del tema principal, "la carencia de orientación vocacional"; aunque realmente, todo lo anterior va de la mano para poder explicar de la mejor manera posible mis decisiones durante mi trayectoria escolar y cómo repercutió en mí esa ausencia de orientación vocacional.
Nos leemos en el próximo blog y les pido una enorme disculpa por no haber publicado nada nuevo en meses, ya explicaré más adelante qué me sucedió. Nuevamente agradezco a todos mis lectores por mostrarse pendientes de mis publicaciones.
Saludos del poeta solitario en el tiempo
Rugal Bunbury
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